Esta solución podría convertirse en el nuevo lujo, pero todavía no es tan ventajosa para utilizarla como alternativa real en la isla.
La arquitectura industrializada, aquella realizada en fábrica o utilizando en su montaje elementos prefabricados, está ganando adeptos entre aquellos que persiguen una vivienda fuera de las ciudades con precios ajustados y un rápido plazo de entrega, especialmente tras la llegada del coronavirus.
Durante la cuarentena del año pasado, algunas empresas aseguraron que la demanda de viviendas industrializadas había crecido alrededor de un 50%, sobre todo por parte de quienes ya tenían tierras en su posesión, un interés que ha seguido en aumento. Este tipo de construcción no necesariamente significa elegir una vivienda por catálogo. Es totalmente independiente al diseño de la vivienda y se puede personalizar para cada proyecto.
En el despacho que dirijo, Jaime Salvá Arquitectura & Interiorismo, radicado en Palma, hemos recibido solicitudes para realizar este tipo de encargos desde tiempo atrás. Uno de ellos se empezó a ejecutar en el año 2015, pero resultó ser un dolor de cabeza, porque la fábrica estaba en China, la comunicación era muy complicada, y el transporte era muy lento y costoso debido a problemas en las aduanas, etc.
Cuando se trabaja en una isla, sucede lo mismo. El transporte de los módulos prefabricados supone una capacidad de maniobra lenta, y más aún, cuando un envío llega incompleto o con defectos.
Sin duda, existen muchas razones para apostar por este tipo de sistema constructivo, aunque las ventajas que ofrece todavía no son tan beneficiosas como podrían llegar a ser dentro de algunos años.
Por ejemplo, la arquitectura industrializada favorece la sostenibilidad al generar menos residuos en la obra, y con ello consigue ahorrar recursos y energía. Los controles de calidad también son muy superiores a los que ofrece el sistema tradicional, ya que se sistematizan más los procesos, y no sale nada de la fábrica sin haber pasado una revisión y un control técnico exhaustivo.
Los plazos de ejecución son más controlados, porque se tiene la oportunidad de iniciar los trabajos de ejecución en la fábrica antes incluso de tener todos los permisos necesarios para iniciar las obras, y esto, resulta en un mayor control de los costes.
No obstante, las correcciones por parte del cliente o del Ayuntamiento, o las normas restrictivas estéticas, que difieren entre una zona u otra, incluso dentro de la misma isla, hacen muy difícil poder sistematizar y repetir geometrías, siendo cada caso único y con diferentes soluciones.
En Mallorca hay una gran demanda de viviendas unifamiliares, donde el propietario busca la singularidad y quiere participar en el proceso de diseño y ejecución, haciendo que este sistema, además, sea menos flexible, con menos capacidad de improvisación en obra.
En los próximos años es probable que veamos avances en este sentido, y los arquitectos tendremos que ser responsables y encargarnos de que la elección de detalles o materiales ya sistematizados que puedan suponer un ahorro del coste final no suponga una disminución en la creatividad de los diseños. Posiblemente, este factor haga del sistema tradicional constructivo el nuevo lujo de la isla, pero para ello, habrá que esperar.
Publiqué este artículo previamente en Diario de Mallorca.